El hombre por buscar destino abandonó el paraíso, de
ninguna manera pecado pero tampoco inocencia.
El dejar de beber es un intento por recuperar ese destino entendiendo
como destino ser responsable de uno mismo.
Los A.A. no salimos de ningún paraíso pero nos asistía
el derecho de volver a vivir, de la manera que lo dispusiéramos. En resumen
buscamos ser libres como aquellos que desobedecieron en el paraíso.
CAVILACION PROFANA
Dios
viene desde los comienzos del tiempo. De
un paraíso, que abandonamos para poder
llegar a “Ser”, con el propósito de no
seguir ocultos en la nada eternal de los traspatios del que todo lo ES. O de
otro modo ante Él que solo se sabía “que lo era absolutamente todo, poseedor
intemporal de la vida y de los actos libres que pivotaban desde el árbol del
conocimiento del bien y el mal”. Ahora,
sólo, no se explica ese afán ese apetito de análisis, esa ambición de beatitud
quizá porque al escoger la muerte en su desobediencia anhela la inmortalidad.
En nuestra particularidad de A.A. no
nos basta la vida recuperada, vivimos siempre sofocados no por la enfermedad
sino porque no vemos claro la inmortalidad que precisamos para salvar el alma
que se quedó en el paraíso por su inocencia.
Queremos
–eso parece- quedar tan limpios que rechazamos la experiencia mundana y no nos
percatamos que el alcohol no nos permitió precisamente gozar el mundo. Volver al mundo con nuestro juicio es la
alegría de vivir prometida.
No
es que no nos toque de otra, es lo que anhelamos en nuestro delirio alcohólico,
estar entre los hombres con el significado social logrado, gracias al poder de
la unidad sentida, fortalecida además. Lo que cuenta al fin y al cabo es salvar
el mundo que nos cobijó y nos dió lugar sin coaccionarnos, como lo fue el
paraíso donde teníamos prohibido el saber que nos humaniza.
Ricky
Morales
San Salvador, 1 de Febrero de 2012.
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