sábado, 13 de abril de 2013

QUÉ ENT'ENDEMOS POR POBREZA Y POR HABER TOCADO FONDO



¿QUÉ  ENT'ENDEMOS POR POBREZA Y POR HABER TOCADO FONDO?
¿POR QUÉ CRITICAMOS AL SISTEMA?

El interés que me motiva a escribir este artículo es el escuchar y el notar cierto malestar en algunos compañeros, cuando en los análisis que hacemos en el  ".Grupo Central San Salvador", algunos de nosotros (me incluyo) criticamos el sistema y los grupos de poder, no nos estamos refiriendo  únicamente al poder económico. Aunque no negamos que es un poder  real, por además de satisfacer las necesidades vitales,  proporciona seguridad y por lo tanto estabilidad. Sin embargo, sobemos que lo económico es únicamente un medio, que  administrado y distribuido eficazmente, no proporciona desequilibrios individuales ni sociales. Pero al utilizarlo corno un fin para obtener poder, es tan o más devastador que todas las catástrofes  naturales todas las guerras que han existido en la historia de la humanidad.

Tampoco cuando hablamos del poder económico nos estamos refiriendo al que maneja la mediana, pequeña y micro empresa. Aún algunas de las grandes empresas han terminado siendo víctimas del sistema. Atacamos la voracidad de la gran empresa, de los monopolios y de sus compinches: los lacayos del gobierno y su gabinete económico.

Si usted no forma parte de esta voracidad, aun siendo un empresario progresista, no tiene por qué darse por aludido. Quienes sí tienen parte de culpa en este asunto son las distintas religiones (principalmente la iglesia católica) que generalmente han estado siempre de parte de los distintos gobiernos. Llegando al cinismo y los hemos visto por televisión "y es por eso que lo hacen"  no porque sean cristianos- a obispos y sacerdotes dándoles la comunión a "personalidades" corruptos y a dictadores que tienen las manos manchadas de sangre de mucha gente inocente.

Para comprobar lo anterior, citaré textualmente lo que escribe José María Castillo en la revisas Latinoamericana de Teología: Centro de reflexión Teológica. San Salvador 1999, basándose en la teología de la liberación.


Introducción
A la Iglesia se le plantean muchas cuestiones en este momento. Y sobre la iglesia, la gente se hace muchas preguntas. Pero, ahora mismo, hay algo que pesa más que todo lo demás. Lo más grave, lo más urgente. ¿De qué se trata? Estamos acabando el siglo más violento de toda la historia de la humanidad. Hasta el extremo, que resulta sencillamente imposible calcular, de manera más o menos aproximada, los millones de muertos que han sido víctimas de las dos guerras mundiales y de los cientos de otras guerras que han arrasado y siguen arrasando a pueblos enteros. Pero la violencia más aterradora de este siglo ni ha sido, ni es, la violencia de las guerras.

La violencia Mayor, la que más muertos ha costado, la que sigue destruyendo más vidas humanas, es la violencia que resulta de la economía, concretamente de la economía del mercado neoliberal, tal como está organizado y tal como funciona de hecho.

Se sabe que, en la actualidad, se produce un l0% más de los alimentos que necesitamos para vivir toda la humanidad y, sin embargo, mueren de hambre 35,000 niños cada día. Y adultos que pierden la vida, como consecuencia de la desnutrición, son, por lo menos, otros tantos. O sea, la economía está "organizada" de tal manera que produce, cada veinticuatro horas, por lo menos 70,000 muertos. Que yo sepa, no ha habido guerra que se acerque, ni de lejos, a semejante crueldad. Y lo peor es que estas cifras van en aumento. Porque cada año que pasa hay más pobres, que son cada vez más pobres.

En efecto, según el informe sobre desarrollo humano 1996, de Naciones Unidas, el fenómeno más importante, que se está produciendo en la economía mundial, es la creciente concentración de la riqueza en menos países y, dentro de esos países, progresivamente en menos personas. De manera que la distancia entre ricos y pobres cada vez mayor. El 20% de la población mundial consume el 85% de la riqueza que produce el planeta. Lo cual quiere decir que el 80% de los habitantes de la tierra se tienen que contentar con el l5% de los bienes que se producen en todo el mundo.

¿Puede tener futuro un mundo así? ¿Puede tener conciencia una iglesia que se remite a Jesús y que vive tranquila en una "organización" mundial que produce tanta muerte y tanto sufrimiento? ¿Qué tiene que decir la Iglesia ante esta situación? ¿Qué dice, de hecho? Y sobre todo ¿qué hace? Son preguntas que se le ocurren a cualquiera. Por ejemplo, ¿cómo tendría que organizarse y funcionar la iglesia, si es que realmente está dispuesta a responder, con honestidad, a lo que está pasando en el mundo ahora mismo?

EN EL FONDO DE LA CONDICIÓN HUMANA (Pag. 121)
Jesús nació en un establo, donde viven las bestias. Por su evangelización fue perseguido y murió en una cruz, donde acababan en aquel tiempo, los delincuentes más peligrosos e indeseables. Todo esto, ni ocurrió por casualidad, ni es intrascendente para nuestra fe. Porque a partir de estos hechos, los creyentes afirmamos que el ideal de hombre y de vida, que da razón de nuestras convicciones más profundas, es el ideal que se resume en la existencia de una persona que vivió (desde el principio al fin) en lo marginal de la sociedad. Ahora bien, hablar de marginalidad es hablar de algo que toca fondo en la condición humana. Porque lo que lleva consigo la marginalidad es lo indignidad: carecer de los derechos que otros tienen; y no merecer el respeto que merece toda persona normal. Por eso, la indignidad es Io peor que lleva consigo la pobreza.

O mejor dicho, la indignidad es peor que la pobreza misma. La gente lo suele decir: "pobres pero honrados". Porque la honra y la dignidad son lo más grave y lo más delicado que se puede perder. O dicho de otra manera, la honra y la dignidad es lo que más apetece todo ser humano.

Más aún, si los seres humanos apetecemos tanto el dinero, no es sólo ni principalmente por las ventajas materiales que proporciona. Se apetece, sobre todo el dinero por la seguridad, el poder, la influencia, la prepotencia, el status social, la respetabilidad y, en definitiva, la fuerza de hechizo que ejerce en nuestra sociedad. Marx se equivocó en muchas cosas, pero hay una en la que acertó plenamente: en el "carácter fetichista" que tiene el capital. Es la mercancía convertida en "fetiche”, algo que adquiere un "carácter místico", casi religioso, una cosa muy compleja, henchida de sutilezas metafísica y de argucias teológicas.

Todo esto quiere decir que lo más hondo, en la condición humana no es el deseo de riqueza, sino la apetencia de seguridad, de honor y de poder. Es verdad que lo más urgente es tener los medios necesarios para no morirse de hambre, pero lo más profundo en el ser humano es "ser como dioses", la aspiración de ser y tener sin límites, que no se reduce a lo económico, sino que lo rebasa y lo concentra, sobre todo, en el deseo de poder.

El tocar fondo en cualquier vicio, es hasta irrelevante en comparación al fondo a que hacen caer los sistemas capitalistas salvajes y neoliberales: el fondo de la marginalidad, de la indignidad. Esta enfermedad es la peor y la causa de casi todas las demás enfermedades.

Los párrafos escritos en (cursiva) son responsabilidad de su servidor'
Editado por
Oscar Roberto Cruz
Soyapango, 11 de abril de 2001

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