domingo, 14 de abril de 2013

UN AÑO ANTES



Probablemente en 1960 me encontraba sin trabajo como habitualmente ocurría.  No es que fuese difícil en esa época hallar trabajo; en mi caso era muy conocido, popular diría yo, entre los colegas de mi edad, quienes me proporcionaban avisos de oportunidad.  Sin embargo por entonces se estaban agotando, en muchas ocasiones los había defraudado por mi inoportuna manera de beber; esto era lo peor la inoportunidad en beber, cuando menos debimos hacerlo lo hicimos. 

            Pues bien, supe por mi cuñado que tal vez podría ser útil donde perentoriamente él trabajaba. Era mecánico y ejercía su oficio en Finca de Café situada en el oriente del país, a kilómetros apreciables de Chinameca.  El dueño residía en San Salvador, dándome su dirección con la advertencia de que no lo mencionara. Logre la entrevista a la cual asistí con la única ropa presentable con que contaba y la única referencia que encontré en mis desordenados haberes: constancia de haber presentado declaraciones de bienes al Tribunal de Probidad de la C.S.J. de años anteriores; esto teníamos la obligación de hacerlo los empleados y funcionarios del Estado en cierto grado de responsabilidad.

            Me dio el trabajo, se comunicó con su Administrador para lo pertinente.  Al día siguiente éste me espero en el desvió del caso y me condujo a mi destino distante del pueblo, mi alivio era evidentemente una fuga geográfica.  Platicamos de los planes que llevaba, platicaba convincentemente porque después de la entrevista me di ánimos bebiendo, por supuesto fui a celebrarlo y aún me animaba lo ingestado, al llegar ya de noche me presento al escribiente quién me expreso su complacencia por lo que de mi aprendería.

            Desafortunadamente esa noche se celebraba la muerte de un niño y había licor y baile, yo baile con la madre de la criatura en tal estado que recuerdo me aconsejo, me pidió no desperdiciarme de esa manera.

            Al día siguiente lucía fresco en apariencia, pero me apremiaba la sed que ustedes conocen, dicté unas notas todas locas me imagino, creo recordar sobre avisos de saldo y cobro, desde luego entre sorbo y sorbo.  Mi adicto manía era imparable.  Transcurrieron cinco días en ese estado; por supuesto que recibí llamada del empleador que severamente me reclamo que hiciera mi trabajo que no había llegado a parrandear.  Entre tanto en la noche por dormirme con el cigarrillo en la mano me despertó el incendio de mi colchón que alcanzo a llegar a mi pantalón, me había acostado sin quitármelos.

            Todo termino cuando recibí llamado de un buen amigo, Contador a la sazón de un banco nuevo llamado Crédito y Ahorro, ya desaparecidos ambos mi amigo y el banco. Con un gran alivio el Administrador me puso de nuevo en la carretera… y al banco nunca llegué.
                                                                                              Ricky Morales

San Salvador, 12 de Diciembre de 2011.

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