LOS ENEMIGOS DE LOS CAMBIOS
Existen
varios sectores que se oponen al cambio, los intereses ideológicos, económicos,
políticos, etc. Todos estos influyen en otro gran grupo, cuya mayor riqueza con
la que cuentan es 1a ignorancia. Los millonarios en desconocimiento, los sabios
ignorantes, o como lo dirían los italianos: la docta ignorantia. Estas son las
masas a las que no cuesta manejar.
Pero
existe un enemigo más poderoso al cambio del cual se valen los anteriormente
descritos; esta es la religión como tradicionalmente la conocemos y en sus
distintas manifestaciones. La religión es una alineación de la esencia humana.
En religión el hombre se enajena, todas las cualidades como la libertad, el
amor, la sabiduría, el poder, la justicia; que pertenecen a la especie humana,
son puestos por la religión como atributos de un ser trascendental al que
llaman Dios.
Con esto
el hombre se despoja, se empobrece, para darle el poder y enriquecer a Dios. O
como mencionaba en un artículo anterior: para que Dios sea todo e1 hombre debe
ser nada. Si el hombre busca una realización en el más allá, la causa de ello está
en su insatisfacción en el más acá, en el que sólo encuentra injusticia y
desdicha.
En este
sentido, la religión se convierte en un factor de compensación. El hombre que
sólo ha encontrado en la fantasía del cielo, donde busca en un superhombre el
reflejo de sí mismo, no se siente inclinado a los cambios, su recompensa será
mayor allá, en tanto y en cuanto más sufra aquí.
El racionalismo por otra parte, sustenta su
fe en la razón pura, típica de todo
idealista. Para el racionalista, la razón es el criterio último de la verdad o
falsedad, y no la realidad sentida. Basta el mismo uso de la razón, prescindiendo
de toda investigación para decidir sobre la verdad. Hoy en día ya no es posible
una fe en la razón pura como la que sostenía Kant. La razón no proporciona las
evidencias necesarias, sino que es un instrumento humano sumamente frágil. Normalmente,
la razón demuestra aquello que nosotros queremos que demuestre debido a
nuestros intereses prácticos. Esto nos advierte la necesidad de un
planteamiento más amplio que el meramente racionalista.
En el
fondo, sea lo que sea eso que llamamos Dios, sea verdadera o falsa la religión,
habrá que estudiarla como un hecho histórico y humano real. Es a este hecho
histórico al que hay que aplicar nuestras reflexiones racionales. Una razón
pura, sea teórica o práctica, no nos va a conducir a descifrar la verdad. El
uso de la razón que no toca para nada los datos sensibles y reales, no puede pretender comprender un fenómeno tan complejo
como es la vida. Por ejemplo, en el caso que mediante el puro uso de la razón
pretendamos haber demostrado la existencia de Dios, habría que preguntamos si
no hemos demostrado más bien la
existencia de una idea o de un
concepto, pero no una realidad. A una
realidad solamente se accede por la vía de la realidad, y no mediante el uso
particular de la razón teórica o práctica.
Por otra
parte, la fe es una aceptación
gratuita de la veracidad de tal o cuál fenómeno, más que lodo en 1o que respecta
a 1o sobrenatural. La fe constituye un componente importante de toda religión, está
llena de prejuicios y no se diferencia de la superstición, se halla contrapuesta
al saber. Cuando se trata de relacionar la fe con el conocimiento, se cae en el
fideísmo -doctrina que suplanta el
saber por la fe- que es propio de todas las teorías idealistas que expresan que
la ciencia está subordinada a la religión.
El ateísmo
por su parte, es una corriente ideológica unido al avance de los conocimientos
científicos. Su base filosófica es el materialismo dialéctico, y está
condicionado por el grado de desarrollo de las ciencias.
Editado
por:
Oscar
Roberto Cruz
Soyapango,
16/05/2001
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