La
polémica es un componente necesario de la confrontación ideológica, un medio de
enfrentar puntos de vista contrarios o diferentes y de sacar a luz su carácter
veraz o falso. La polémica debe practicarse por razones de principios, teniendo
como objetivo poner al descubierto los errores y denunciar la mentira y el engaño.
En todo caso, ésta debe contribuir a esclarecer la verdad.
Saber
diferenciar la política verdadera, que va a favor de las mayorías, de la politiquería
burguesa sin principios. El divorcio entre la palabra y la acción es un rasgo
repulsivo de la burguesía. El valor de la crítica reside en su veracidad, a su vez,
el valor de la autocritica lo determina la sinceridad de ésta. Así pues, la veracidad,
la sinceridad y la honestidad son rasgos inseparables de la polémica constructiva.
A su vez, la falsedad y la hipocresía, las calumnias y las provocaciones, son
atributos inevitables de las discusiones inútiles
La polémica
no debe ser una mera disputa verbal, ni necesariamente científica o académica,
no es un choque por intereses personales, sino precisamente una lucha por la
verdad. El arte de la polémica no consiste en reunir métodos y reglas formales
con los que, una vez aprendidos, se pueda demostrar y refutar cualquier cosa. Tampoco
es un arte que puede identificarse con el sistema del arte oratorio. El contenido
de la polémica consiste en el esclarecimiento de la verdad, en su demostración.
No se trata de saber si tal o cual teorema es cierto o no, sino de si es útil o
nocivo para la sociedad en general.
Este arte
ayuda a liberarse de influencias ideológicas que son dañinas No se plantea como
una tarea irreal como cambiar las ideas de los adversarios (ideológicos,
políticos o reaccionarios). La conciencia del hombre no es una máquina lógica que
con premisas verdaderas y un algoritmo correcto, brinde automáticamente la
conclusión correcta. Lo que .ejerce una influencia negativa sobre las
conclusiones finales de la polémica, es el interés clasista que deforma la
verdad cuando esta no beneficia a una determinada clase social.
La
cuestión no estriba en las intenciones o motivos, sino en la situación objetiva
que es la que determina la orientación del debate. Sc trata, pues, de lo siguiente:
Un principio objetivo de extrema importancia que determina las actitudes y acontecimientos
es; ¿quién se beneficia con estas ideas con estas ideas, propuestas o medidas?
La
correspondencia entre la palabra y los hechos, la verificación de las ideas por
medio de la práctica constituye la aplicación concreta de los principios.
El
método de lucha contra los falsificadores es sencillo; desenmascararlos con decisión.
Sin embargo, la tarca de la polémica que se desarrolla en el curso de la lucha ideológica
no se reduce solo a poner al desnudo el engaño y la falsificación consiente y premeditada
o un error determinado, el asunto es bastante más complejo.
El que trata
de engañar a los demás, antes se ha auto engañado, pues ha confundido lo útil
(para él), con lo verdadero y justo. Es más; la honestidad de la que hace gala,
no hace menos peligrosas sus ideas.
Por supuesto
que en un debate, no se trata simplemente de confrontar las tesis, sino que se tiene
la obligación de dar respuestas a los problemas que se plantean.
Para la
polémica ideológica, el fondo Psicosocial tiene esencial significado, por cuanto
la polémica no es solo un proceso lógico de demostración de la verdad, sino también
un proceso de convencimiento de aquellas personas para las cuales se realiza.
Sc sostiene que el conocimiento de la verdad es inseparable de las emociones,
si esto es cierto; es necesario tomar en cuenta el nivel psicológico de las
personas con quien se discute. Esto significa, aprender a elegir el momento
para entrar en la discusión.
Sc debe tener
claro lo siguiente: ¿es necesaria la polémica en esta ocasión? Dicho de otra
manera: ¿es indispensable que "recoja el guante" o será mejor no
iniciar una polémica que no es
necesaria? Esto ayuda a tener conocimiento de las maniobras lácticas del adversario.
O sea, los ataques provocativos, insinuaciones y calumnias llevan a una riña
que constituyen un recurso barato que no hay que ocuparse de ellos, pues esto
los amarga más que ninguna otra cosa.
Se
sobreentiende que es posible considerar ignorar los ataques hasta cierto límite.
No se puede engañar ni siquiera a un perro, simplemente refugiándose en el
silencio de la indignación personal. Si por indignación uno se aleja del campo de
la polémica, solo se logra estimular y fortalecer a los calumniadores, la que se
paraliza cuando uno se mantiene en su puesto.
Convencido
de que no se debe dejar el campo libre a la calumnia, debe iniciarse valerosamente
el combate, pero no con las mismas armas de adversarios deshonestos, ni de rebajarse
al nivel de ellos, a los ataques personales. Si tenemos que pelear lo haremos
con honestidad escribió Engels.
También
Lenin decía: hay que estudiar al adversario, sopesar por anticipado las
posibles consecuencias para, en un caso, no dejarse arrastrar a una discusión innecesaria
y dañina y, en otro, por el contrario, desplazar al enemigo de su posición de silencio,
en la cuál podía ubicarse por razones tácticas.
Puede
pasarse por alto un ataque personal y rechazar una discusión que no promete ser
interesante ni fructífera, al considerar que no se es digno de participar en
una discusión sin principios, y poner fin a la polémica que trata de aclarar lo
que ya está claro, no vale la pena discutir
en tales casos, es ridículo perder el tiempo, no hay que caer en la trampa de
una "charlatanería despreciable". Hay simplones que por ignorancia,
por necedad o por costumbre ciega defienden las opiniones de los grupos burgueses
dominantes.
Al
polemizar, hay que tener una actitud distinta hacia los jefes del oportunismo y
hacia los compañeros de grupo desorientados: a los primeros hay que
desenmascararlos; a los segundos hay que impulsarlos a deshacerse de sus conceptos
equivocados y nocivos.
Al compañero,
al amigo, hay que criticarlo con honestidad, sinceridad y franqueza por considerarlo
que ha tenido la desgracia de creer la prédicas de los explotadores. En cambio
a éste, al explotador hay que denunciarlo como charlatán que usa subterfugios y
falsas afirmaciones. Hay que tener habilidad de separar a los hombres
sinceramente confundidos de los adversarios concientices; de abordarlos, teniendo
en cuenta sus características y particularidades.
Por su puesto
que la táctica flexible no significa ningún tipo de indulgencia hacia los
amigos o compañeros desviados a posiciones erróneas. Hay que actuar con “la
misma decisión" contra lo absurdo de ellos como contra los errores de los oportunistas.
La experiencia
enseña cómo llevar a delante una polémica entre compañeros para que reporte beneficios
y no deje huellas negativas, Para que los altercados, las discusiones y las
críticas contribuyan a mejorar la labor positiva. Hay que prevenir la polémica grosera,
evitar los espantajos y las palabras insultantes. Saber valorar la atención y
la confianza, el principesco, la dignidad y la nobleza de los demás.
Para
quienes participan en una discusión camaraderil de principios, no hay nada más
natural que la aspiración de llegar a determinada solución, de contribuir con
sus aportes a la elaboración positiva del problema en debate.
Quien llega
a convencerse de que algún concepto es erróneo, debe manifestarlo con toda franqueza,
oponer una afirmación correcta a la que considera errónea. Esto hace más fructífera
la polémica.
Cuando aparecen
los intereses personales o ideológicos, la polémica evasiva y sin principios ni
contenido; aparece también el peligro de que la polémica se transforme en una
riña.
El que
entiende estos principios, no tendrá dificultad en convencerse de que una discusión
surge como resultado del desacuerdo en las apreciaciones y opiniones sobre tales
y cuales problemas. Quienes participan en una polémica con una concepción
común, concentran su atención en lo que no es claro o resulta discutible. Esto
no viola las leyes del colectivismo ni la unidad, sino por el contrario, ayuda
a fortalecerla y desarrolla un pensamiento activo y cercador.
Con respecto
a señalar los puntos de acuerdo en la polémica entre compañeros se pude señalar
que: solo una persona indiferente podría no oponer objeciones. Pero al margen de
esto ¿en qué nos convertiremos? Debemos interesarnos por encontrar puntos de acuerdo
entre lo que se discute. Es claro que hay circunstancias en que la solidaridad en
lo principal, en lo fundamental, es imprescindible remarcarla, especialmente al
iniciar una polémica sobre problemas concretos y específicos para evitar mal contendidos.
Aquí es necesario hacer la salvedad de que se trata de errores de una persona
que marcha por el mismo camino que nosotros, y que solo pueden ser rectificados
por este camino.
Este es
un principio básico que determina los dos tipos distintos de polémica, y señala
el principal "elemento unificador" que es necesario destacar. Este
importante elemento subyace en la división de los oponentes, en adversarios consientes
y honestamente confundidos que cometen errores a menudo muy serios; es también el
que define el carácter y la tarea de una polémica entre los nuestros, pues señala
la posibilidad de conquistar pacíficamente a los que se han desviado del camino
correcto y retomarlos a éste. Es el deseo de ayudar a las personas equivocadas
a reconocer y enmendar sus errores.
Es preciso
discutir realmente como compañeros, con seriedad, preocupándose de que la
polémica no conduzca a desorganización, no entorpezca la labor positiva, no
fragmente las fuerzas ni se transforme en una riña. Al organizar debates
creativos y discusiones científicas, se aprende a escuchar con fraternal atención
y se adopta una aptitud benevolente hacia la opinión y los argumentos mutuos. Este
clima de discusión reporta buenos resultados.
Los adversarios,
impotentes en una lucha de principios, se aferran con satisfacción a una lucha
conflictiva, se ocultan en envolturas anecdóticas e injuriosas, con sonrisas
maliciosas y socarronas, exageran hasta el sensacionalismo las diferencias que surgen
sobre problemas concretos y los presentan como choques y hasta como crisis tratando
de desinformar a los demás.
Tampoco
hay que exagerar las diferencias y calificar de división, confusión de ideas, estado
de crisis etc., la más mínima divergencia, el alboroto no sirve más que para hacerle
el juego a los adversarios (los compañeros de otros grupos), siempre dispuestos
a abultar cualquier discusión que surge entre nosotros.
El debate
publico, principista y objetivo, se lleva a cabo de un modo sereno y efectivo
sobre la base del análisis científico de la realidad. Es más fácil defender la
polémica seria de principios, de los ataques de los malintencionados que aprovechan
las disputas para dar a entender que estamos equivocados.
Estos
ocultan sus diferencias para parecer que están unidos, se encubren con la mentira
la ruindad y vacuidad de sus luchas internas, Su taclia es no sacar los trapos
al sol, la verdad es que no pueden dejar de sacarlos porque no tienen más que eso.
Desde
luego que hay momentos en que el interés de la causa obliga a pasar por alto
las discusiones secundarias. Esto no significa rehuir las discusiones entre compañeros
y menos aun con los adversarios ideológicos, debe estarse dispuesto a intervenir
en debates y polémicas con oponentes de cualquier lugar.
No debe
eludirse los temas con los cuales especulan los enemigos ideológicos, hay que
asumir el combate frontal, librar una activa lucha contra la ideología burguesa
sobre la base de una elaboración positiva de los problemas que plantea el
actual desarrollo social.
Debe
también buscarse la alianza con otros sectores, teniendo claro de que la
alianza no se llama alianza si con ella no salimos ganando ambas partes. La
habilidad de discutir en forma critica la esencia de un hecho, la habilidad
para encarar dialécticamente el análisis de los conceptos de los oponentes,
ayuda a advertir el avance. Esto es muy importante para ayudar a esa gente a desembarazarse
de los conceptos erróneos.
La elección del tema
Las
principales cualidades de un polemista, es decir, su nivel ideológico, firmeza de
principios y conocimiento, se manifiesta cuando elige el tema y al adversario
correcto. Los oportunistas han formado un tipo de polemista que sin tener
ninguna especie de ideas y conocimientos propios, no hacen más que convertirse
en parásitos de lo que dicen otros, están dispuestos a iniciar una guerra
verbal en cualquier momento y contra cualquiera. Estos fastidiosos camorristas quieren
hacer objeciones, pero no saben cómo, por c1ué ni para qué
Hay que sopesar
si un libro merece ser criticado (la literatura), o es mejor dejarlo que muera
de muerte natural. Hay mucha literatura burguesa que no merece que nos ocupemos
de ella. Utilizando las palabras de Leporello, en la ópera de Morzat diríamos:
"Déjalo ir, querida niña, es indigno de tu ira. Así hay compañeros que nos
hacen más bien retirándose de nosotros o viceversa.
Es muy importante
conocer bien el conjunto de ideas dominantes que circulan entre nosotros para ver
dónde está el verdadero adversario ideológico. Al determinar la elección de un tema,
hay que calibrar el grado de madurez del oponente. Todo esto contribuye a la
elección de los temas de actualidad para las intervenciones polémicas, ese es
el principal criterio para evaluar los resultados de la polémica.
A veces,
algunas personas subestiman la importancia del tema, porque teniendo claridad
personal sobre un problema, suponen que "hasta un niño" puede
comprenderlo, honestamente no entienden que no son sólo a ellos que va dirigido
sino que a todos los escuchan.
Para
llevar a cabo una polémica, para no defenderse sino para atacar, es preciso
plantear los problemas con criterio independiente, esto significa no esperar el
ataque del enemigo, no cederle la
iniciativa en la lucha, no dejar que sea el primero en iniciar una charla sobre
lo que inquieta a la opinión pública, sino plantear con audacia y abiertamente
los problemas. No hay nada peor que quedar prisionero de los intereses del adversario,
permitirle que nos imponga el tema de la polémica y, de ese modo, ponerse en
una situación en la que, en lugar de desarrollar los conceptos propios, se
analizan los ajenos, en lugar de debatir los problemas que plantea la vida, se
analizan los que interesan al adversario.
Para
combatir con acierto a un adversario es necesario conocerlo a fondo. Éste es un
requisito primario en toda polémica. Estudiar al adversario permite determinar
con precisión los puntos en debate. Cuando se quiere opinar, se tiene la obligación
de saber de qué se habla. Quien declara que desea intervenir en una disputa que
interesa a todos, y demuestra desde el primer momento que no conoce el "centro"
en torno del cual gira la disputa, corre el riesgo de que se le aplique un
nombre que será tan agradable.
Polemizar
sin comprender el problema, con la ingenua seguridad de que en la discusión
basta exponer tesis y exigencias pero no demostrarlas, se exhiben, en lugar de
argumentos ampulosas frases que no guardan ninguna relación con el asunto.
Quien quiera conocer al adversario, debe ir al país de ese adversario y enterarse
directamente de sus costumbres, hábitos, modo de pensar y de actuar.
La eficiencia
de una polémica y la resonancia pública que adquiera, no depende tanto del tema
que se debate, sino de con quien se discute. Un hombre de principios busca a un
rival digno, y no considera un honor triunfar sobre un débil que no sabe defenderse.
Por el contrario, quien no tiene principios rehúye el enfrentamiento con una
figura de relieve, prefiere lograr una "victoria" fácil, pero segura.
El hombre sin principios, medroso ante una celebridad, marcha gustoso al combate,
armado hasta los dientes como un guerrero con las flechas templadas del
sarcasmo, para hacer leña del árbol caído.
Polémica de ideas y polémicas personales.
La
mediocridad no debe gozar del privilegio de la inmunidad, no es perjudicial
sacar a la superficie a un “sapo hinchado” y mostrar toda su insignificancia,
no es aconsejable tomar en serio a algunos sujetos, pero es inadmisible
permitir que con su simulación confundan a los demás. Hay que parar simplemente
con una observación despectiva al demagogo gritón o al ignorante insolente, porque
para la persona mediocre, la mejor forma de refutar los argumentos de otra, es
calumniar a esa persona. Los ataques personales son incompatibles con las
normas de una polémica principista, y quien se desvía hacia ellos no puede esperar
que los demás lo aprueben.
Discutir sobre lo esencial
Para no
embarcarse en discusiones infructuosas, hay que tomar el problema esencial y
abordarlo concretamente. Quien no ve en qué consiste la esencia del asunto, no
puede plantear con precisión el problema litigioso ni puede orientar correctamente
su crítica. Obviar el problema, saltar a otro tema de modo consciente o por la
falta de disciplina lógica, equivale a renunciar a la lucha, a reconocer su
propia impotencia. El no tomarse el trabajo de comprender el punto de vista de los
demás, hace imposible la discusión. Si no se encara lo esencial, del problema,
es fácil perder de vista el contenido cardinal e irse por la tangente, mezclar
los puntos en que se discrepa, y enredar los conceptos es eclecticismo que sólo
lleva la intención de confundir.
Para entrar
en un debate debe tenerse bien claro lo siguiente: cuando se trata de políticos
o filósofos burgueses en el campo académico, no puede ser creída ni una sora
palabra de ninguno. "Los profesores de economía política son, en general,
sabios recaderos de la clase capitalista, y los profesores de filosofía, no son
otra cosa que sabios recaderos de los teólogos"
Por
supuesto que esto no significa que todo científico burgués sea un falsificador consiente,
pero la honestidad subjetiva del científico no lo lleva automáticamente a un
resultado científico verdadero y objetivo. El sistema de educación, la estructura
de la vida burguesa, apartan al científico del conocimiento verdadero, es decir
de la dialéctica materialista. Esto implica la necesidad de adoptar una aptitud
critica hacia la ciencia burguesa, que con procedimientos metodológicos enmascaran
el subjetivismo y deforman intencionalmente la verdad.
Lo importante
no es quién defiende unas u otras ideas, quién ejecuta determinados actos políticos
o sociales, lo importante es quién se beneficia con esas ideas, propuestas o medidas.
La correspondencia entre las palabras y los hechos, la verificación de las ideas
y consignas por medio de la práctica histórico - social, constituye la aplicación
concreta de los principios al conocimiento de los fenómenos sociales.
Es imposible
comprender bien un error cualquiera, y mucho menos uno político o social, si no
se ahonda hasta llegar a sus raíces teóricas que están en determinadas premisas
básicas conscientemente aceptadas por quien lo comete. Sin eso, la crítica seria
unilateral y poco efectiva.
La esencia
teórica del error consiste en que se sustituye la correlación política entre la
economía por el eclecticismo. L posición de “por una parte” la política y “por
otra” la economía, “lo uno y lo otro” es eclecticismo.
Editado
Por:
Oscar
Roberto Cruz.
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