sábado, 13 de abril de 2013

EL ARTE DE LA POLEMICA PRIMERA PARTE



La polémica es un componente necesario de la confrontación ideológica, un medio de enfrentar puntos de vista contrarios o diferentes y de sacar a luz su carácter veraz o falso. La polémica debe practicarse por razones de principios, teniendo como objetivo poner al descubierto los errores y denunciar la mentira y el engaño. En todo caso, ésta debe contribuir a esclarecer la verdad.

Saber diferenciar la política verdadera, que va a favor de las mayorías, de la politiquería burguesa sin principios. El divorcio entre la palabra y la acción es un rasgo repulsivo de la burguesía. El valor de la crítica reside en su veracidad, a su vez, el valor de la autocritica lo determina la sinceridad de ésta. Así pues, la veracidad, la sinceridad y la honestidad son rasgos inseparables de la polémica constructiva. A su vez, la falsedad y la hipocresía, las calumnias y las provocaciones, son atributos inevitables de las discusiones inútiles

La polémica no debe ser una mera disputa verbal, ni necesariamente científica o académica, no es un choque por intereses personales, sino precisamente una lucha por la verdad. El arte de la polémica no consiste en reunir métodos y reglas formales con los que, una vez aprendidos, se pueda demostrar y refutar cualquier cosa. Tampoco es un arte que puede identificarse con el sistema del arte oratorio. El contenido de la polémica consiste en el esclarecimiento de la verdad, en su demostración. No se trata de saber si tal o cual teorema es cierto o no, sino de si es útil o nocivo para la sociedad en general.

Este arte ayuda a liberarse de influencias ideológicas que son dañinas No se plantea como una tarea irreal como cambiar las ideas de los adversarios (ideológicos, políticos o reaccionarios). La conciencia del hombre no es una máquina lógica que con premisas verdaderas y un algoritmo correcto, brinde automáticamente la conclusión correcta. Lo que .ejerce una influencia negativa sobre las conclusiones finales de la polémica, es el interés clasista que deforma la verdad cuando esta no beneficia a una determinada clase social.

La cuestión no estriba en las intenciones o motivos, sino en la situación objetiva que es la que determina la orientación del debate. Sc trata, pues, de lo siguiente: Un principio objetivo de extrema importancia que determina las actitudes y acontecimientos es; ¿quién se beneficia con estas ideas con estas ideas, propuestas o medidas?

La correspondencia entre la palabra y los hechos, la verificación de las ideas por medio de la práctica constituye la aplicación concreta de los principios.

El método de lucha contra los falsificadores es sencillo; desenmascararlos con decisión. Sin embargo, la tarca de la polémica que se desarrolla en el curso de la lucha ideológica no se reduce solo a poner al desnudo el engaño y la falsificación consiente y premeditada o un error determinado, el asunto es bastante más complejo.

El que trata de engañar a los demás, antes se ha auto engañado, pues ha confundido lo útil (para él), con lo verdadero y justo. Es más; la honestidad de la que hace gala, no hace menos peligrosas sus ideas.

Por supuesto que en un debate, no se trata simplemente de confrontar las tesis, sino que se tiene la obligación de dar respuestas a los problemas que se plantean.

Para la polémica ideológica, el fondo Psicosocial tiene esencial significado, por cuanto la polémica no es solo un proceso lógico de demostración de la verdad, sino también un proceso de convencimiento de aquellas personas para las cuales se realiza. Sc sostiene que el conocimiento de la verdad es inseparable de las emociones, si esto es cierto; es necesario tomar en cuenta el nivel psicológico de las personas con quien se discute. Esto significa, aprender a elegir el momento para entrar en la discusión.

Sc debe tener claro lo siguiente: ¿es necesaria la polémica en esta ocasión? Dicho de otra manera: ¿es indispensable que "recoja el guante" o será mejor no iniciar una  polémica que no es necesaria? Esto ayuda a tener conocimiento de las maniobras lácticas del adversario. O sea, los ataques provocativos, insinuaciones y calumnias llevan a una riña que constituyen un recurso barato que no hay que ocuparse de ellos, pues esto los amarga más que ninguna otra cosa.

Se sobreentiende que es posible considerar ignorar los ataques hasta cierto límite. No se puede engañar ni siquiera a un perro, simplemente refugiándose en el silencio de la indignación personal. Si por indignación uno se aleja del campo de la polémica, solo se logra estimular y fortalecer a los calumniadores, la que se paraliza cuando uno se mantiene en su puesto.

Convencido de que no se debe dejar el campo libre a la calumnia, debe iniciarse valerosamente el combate, pero no con las mismas armas de adversarios deshonestos, ni de rebajarse al nivel de ellos, a los ataques personales. Si tenemos que pelear lo haremos con honestidad escribió Engels.

También Lenin decía: hay que estudiar al adversario, sopesar por anticipado las posibles consecuencias para, en un caso, no dejarse arrastrar a una discusión innecesaria y dañina y, en otro, por el contrario, desplazar al enemigo de su posición de silencio, en la cuál podía ubicarse por razones tácticas.

Puede pasarse por alto un ataque personal y rechazar una discusión que no promete ser interesante ni fructífera, al considerar que no se es digno de participar en una discusión sin principios, y poner fin a la polémica que trata de aclarar lo que ya está claro, no vale la  pena discutir en tales casos, es ridículo perder el tiempo, no hay que caer en la trampa de una "charlatanería despreciable". Hay simplones que por ignorancia, por necedad o por costumbre ciega defienden las opiniones de los grupos burgueses dominantes.

Al polemizar, hay que tener una actitud distinta hacia los jefes del oportunismo y hacia los compañeros de grupo desorientados: a los primeros hay que desenmascararlos; a los segundos hay que impulsarlos a deshacerse de sus conceptos equivocados y nocivos.

Al compañero, al amigo, hay que criticarlo con honestidad, sinceridad y franqueza por considerarlo que ha tenido la desgracia de creer la prédicas de los explotadores. En cambio a éste, al explotador hay que denunciarlo como charlatán que usa subterfugios y falsas afirmaciones. Hay que tener habilidad de separar a los hombres sinceramente confundidos de los adversarios concientices; de abordarlos, teniendo en cuenta sus características y particularidades.

Por su puesto que la táctica flexible no significa ningún tipo de indulgencia hacia los amigos o compañeros desviados a posiciones erróneas. Hay que actuar con “la misma decisión" contra lo absurdo de ellos como contra los errores de los oportunistas.

La experiencia enseña cómo llevar a delante una polémica entre compañeros para que reporte beneficios y no deje huellas negativas, Para que los altercados, las discusiones y las críticas contribuyan a mejorar la labor positiva. Hay que prevenir la polémica grosera, evitar los espantajos y las palabras insultantes. Saber valorar la atención y la confianza, el principesco, la dignidad y la nobleza de los demás.

Para quienes participan en una discusión camaraderil de principios, no hay nada más natural que la aspiración de llegar a determinada solución, de contribuir con sus aportes a la elaboración positiva del problema en debate.

Quien llega a convencerse de que algún concepto es erróneo, debe manifestarlo con toda franqueza, oponer una afirmación correcta a la que considera errónea. Esto hace más fructífera la polémica.

Cuando aparecen los intereses personales o ideológicos, la polémica evasiva y sin principios ni contenido; aparece también el peligro de que la polémica se transforme en una riña.

El que entiende estos principios, no tendrá dificultad en convencerse de que una discusión surge como resultado del desacuerdo en las apreciaciones y opiniones sobre tales y cuales problemas. Quienes participan en una polémica con una concepción común, concentran su atención en lo que no es claro o resulta discutible. Esto no viola las leyes del colectivismo ni la unidad, sino por el contrario, ayuda a fortalecerla y desarrolla un pensamiento activo y cercador.

Con respecto a señalar los puntos de acuerdo en la polémica entre compañeros se pude señalar que: solo una persona indiferente podría no oponer objeciones. Pero al margen de esto ¿en qué nos convertiremos? Debemos interesarnos por encontrar puntos de acuerdo entre lo que se discute. Es claro que hay circunstancias en que la solidaridad en lo principal, en lo fundamental, es imprescindible remarcarla, especialmente al iniciar una polémica sobre problemas concretos y específicos para evitar mal contendidos. Aquí es necesario hacer la salvedad de que se trata de errores de una persona que marcha por el mismo camino que nosotros, y que solo pueden ser rectificados por este camino.

Este es un principio básico que determina los dos tipos distintos de polémica, y señala el principal "elemento unificador" que es necesario destacar. Este importante elemento subyace en la división de los oponentes, en adversarios consientes y honestamente confundidos que cometen errores a menudo muy serios; es también el que define el carácter y la tarea de una polémica entre los nuestros, pues señala la posibilidad de conquistar pacíficamente a los que se han desviado del camino correcto y retomarlos a éste. Es el deseo de ayudar a las personas equivocadas a reconocer y enmendar sus errores.

Es preciso discutir realmente como compañeros, con seriedad, preocupándose de que la polémica no conduzca a desorganización, no entorpezca la labor positiva, no fragmente las fuerzas ni se transforme en una riña. Al organizar debates creativos y discusiones científicas, se aprende a escuchar con fraternal atención y se adopta una aptitud benevolente hacia la opinión y los argumentos mutuos. Este clima de discusión reporta buenos resultados.

Los adversarios, impotentes en una lucha de principios, se aferran con satisfacción a una lucha conflictiva, se ocultan en envolturas anecdóticas e injuriosas, con sonrisas maliciosas y socarronas, exageran hasta el sensacionalismo las diferencias que surgen sobre problemas concretos y los presentan como choques y hasta como crisis tratando de desinformar a los demás.

Tampoco hay que exagerar las diferencias y calificar de división, confusión de ideas, estado de crisis etc., la más mínima divergencia, el alboroto no sirve más que para hacerle el juego a los adversarios (los compañeros de otros grupos), siempre dispuestos a abultar cualquier discusión que surge entre nosotros.

El debate publico, principista y objetivo, se lleva a cabo de un modo sereno y efectivo sobre la base del análisis científico de la realidad. Es más fácil defender la polémica seria de principios, de los ataques de los malintencionados que aprovechan las disputas para dar a entender que estamos equivocados.

Estos ocultan sus diferencias para parecer que están unidos, se encubren con la mentira la ruindad y vacuidad de sus luchas internas, Su taclia es no sacar los trapos al sol, la verdad es que no pueden dejar de sacarlos porque no tienen más que eso.

Desde luego que hay momentos en que el interés de la causa obliga a pasar por alto las discusiones secundarias. Esto no significa rehuir las discusiones entre compañeros y menos aun con los adversarios ideológicos, debe estarse dispuesto a intervenir en debates y polémicas con oponentes de cualquier lugar.

No debe eludirse los temas con los cuales especulan los enemigos ideológicos, hay que asumir el combate frontal, librar una activa lucha contra la ideología burguesa sobre la base de una elaboración positiva de los problemas que plantea el actual desarrollo social.

Debe también buscarse la alianza con otros sectores, teniendo claro de que la alianza no se llama alianza si con ella no salimos ganando ambas partes. La habilidad de discutir en forma critica la esencia de un hecho, la habilidad para encarar dialécticamente el análisis de los conceptos de los oponentes, ayuda a advertir el avance. Esto es muy importante para ayudar a esa gente a desembarazarse de los conceptos erróneos.

La elección del tema
Las principales cualidades de un polemista, es decir, su nivel ideológico, firmeza de principios y conocimiento, se manifiesta cuando elige el tema y al adversario correcto. Los oportunistas han formado un tipo de polemista que sin tener ninguna especie de ideas y conocimientos propios, no hacen más que convertirse en parásitos de lo que dicen otros, están dispuestos a iniciar una guerra verbal en cualquier momento y contra cualquiera. Estos fastidiosos camorristas quieren hacer objeciones, pero no saben cómo, por c1ué ni para qué

Hay que sopesar si un libro merece ser criticado (la literatura), o es mejor dejarlo que muera de muerte natural. Hay mucha literatura burguesa que no merece que nos ocupemos de ella. Utilizando las palabras de Leporello, en la ópera de Morzat diríamos: "Déjalo ir, querida niña, es indigno de tu ira. Así hay compañeros que nos hacen más bien retirándose de nosotros o viceversa.

Es muy importante conocer bien el conjunto de ideas dominantes que circulan entre nosotros para ver dónde está el verdadero adversario ideológico. Al determinar la elección de un tema, hay que calibrar el grado de madurez del oponente. Todo esto contribuye a la elección de los temas de actualidad para las intervenciones polémicas, ese es el principal criterio para evaluar los resultados de la polémica.

A veces, algunas personas subestiman la importancia del tema, porque teniendo claridad personal sobre un problema, suponen que "hasta un niño" puede comprenderlo, honestamente no entienden que no son sólo a ellos que va dirigido sino que a todos los escuchan.

Para llevar a cabo una polémica, para no defenderse sino para atacar, es preciso plantear los problemas con criterio independiente, esto significa no esperar el ataque del  enemigo, no cederle la iniciativa en la lucha, no dejar que sea el primero en iniciar una charla sobre lo que inquieta a la opinión pública, sino plantear con audacia y abiertamente los problemas. No hay nada peor que quedar prisionero de los intereses del adversario, permitirle que nos imponga el tema de la polémica y, de ese modo, ponerse en una situación en la que, en lugar de desarrollar los conceptos propios, se analizan los ajenos, en lugar de debatir los problemas que plantea la vida, se analizan los que interesan al adversario.

Para combatir con acierto a un adversario es necesario conocerlo a fondo. Éste es un requisito primario en toda polémica. Estudiar al adversario permite determinar con precisión los puntos en debate. Cuando se quiere opinar, se tiene la obligación de saber de qué se habla. Quien declara que desea intervenir en una disputa que interesa a todos, y demuestra desde el primer momento que no conoce el "centro" en torno del cual gira la disputa, corre el riesgo de que se le aplique un nombre que será tan agradable.

Polemizar sin comprender el problema, con la ingenua seguridad de que en la discusión basta exponer tesis y exigencias pero no demostrarlas, se exhiben, en lugar de argumentos ampulosas frases que no guardan ninguna relación con el asunto. Quien quiera conocer al adversario, debe ir al país de ese adversario y enterarse directamente de sus costumbres, hábitos, modo de pensar y de actuar.

La eficiencia de una polémica y la resonancia pública que adquiera, no depende tanto del tema que se debate, sino de con quien se discute. Un hombre de principios busca a un rival digno, y no considera un honor triunfar sobre un débil que no sabe defenderse. Por el contrario, quien no tiene principios rehúye el enfrentamiento con una figura de relieve, prefiere lograr una "victoria" fácil, pero segura. El hombre sin principios, medroso ante una celebridad, marcha gustoso al combate, armado hasta los dientes como un guerrero con las flechas templadas del sarcasmo, para hacer leña del árbol caído.

Polémica de ideas y polémicas personales.
La mediocridad no debe gozar del privilegio de la inmunidad, no es perjudicial sacar a la superficie a un “sapo hinchado” y mostrar toda su insignificancia, no es aconsejable tomar en serio a algunos sujetos, pero es inadmisible permitir que con su simulación confundan a los demás. Hay que parar simplemente con una observación despectiva al demagogo gritón o al ignorante insolente, porque para la persona mediocre, la mejor forma de refutar los argumentos de otra, es calumniar a esa persona. Los ataques personales son incompatibles con las normas de una polémica principista, y quien se desvía hacia ellos no puede esperar que los demás lo aprueben.

Discutir sobre lo esencial
Para no embarcarse en discusiones infructuosas, hay que tomar el problema esencial y abordarlo concretamente. Quien no ve en qué consiste la esencia del asunto, no puede plantear con precisión el problema litigioso ni puede orientar correctamente su crítica. Obviar el problema, saltar a otro tema de modo consciente o por la falta de disciplina lógica, equivale a renunciar a la lucha, a reconocer su propia impotencia. El no tomarse el trabajo de comprender el punto de vista de los demás, hace imposible la discusión. Si no se encara lo esencial, del problema, es fácil perder de vista el contenido cardinal e irse por la tangente, mezclar los puntos en que se discrepa, y enredar los conceptos es eclecticismo que sólo lleva la intención de confundir.

Para entrar en un debate debe tenerse bien claro lo siguiente: cuando se trata de políticos o filósofos burgueses en el campo académico, no puede ser creída ni una sora palabra de ninguno. "Los profesores de economía política son, en general, sabios recaderos de la clase capitalista, y los profesores de filosofía, no son otra cosa que sabios recaderos de los teólogos"

Por supuesto que esto no significa que todo científico burgués sea un falsificador consiente, pero la honestidad subjetiva del científico no lo lleva automáticamente a un resultado científico verdadero y objetivo. El sistema de educación, la estructura de la vida burguesa, apartan al científico del conocimiento verdadero, es decir de la dialéctica materialista. Esto implica la necesidad de adoptar una aptitud critica hacia la ciencia burguesa, que con procedimientos metodológicos enmascaran el subjetivismo y deforman intencionalmente la verdad.

Lo importante no es quién defiende unas u otras ideas, quién ejecuta determinados actos políticos o sociales, lo importante es quién se beneficia con esas ideas, propuestas o medidas. La correspondencia entre las palabras y los hechos, la verificación de las ideas y consignas por medio de la práctica histórico - social, constituye la aplicación concreta de los principios al conocimiento de los fenómenos sociales.

Es imposible comprender bien un error cualquiera, y mucho menos uno político o social, si no se ahonda hasta llegar a sus raíces teóricas que están en determinadas premisas básicas conscientemente aceptadas por quien lo comete. Sin eso, la crítica seria unilateral y poco efectiva.

La esencia teórica del error consiste en que se sustituye la correlación política entre la economía por el eclecticismo. L posición de “por una parte” la política y “por otra” la economía, “lo uno y lo otro” es eclecticismo.

Editado Por:
Oscar Roberto Cruz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario