El A.A. debe ser realista, desarrollar su razón y, por ende, su objetividad. Reconocer para sí su potencialidad hacia el bien y hacia el mal y ELEGIR su progreso, hasta la plenitud de su personalidad.
Evitar, por supuesto, la falsificación que lo puede llevar a una amarga desilusión.
30 de noviembre de 1997.
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