Aunque la religión, cuando no es adicción, da efectos psicohigiénicos, A.A. no hace de ella un punto de partida: puede curar el alma, no salvarla.
Propone, en cambio, una vuelta, un retorno a las fuentes, cegadas desde hace mucho tiempo, de los valores propios, inconscientes y reprimidos. Toca el saber, pero busca la fe.
18 de agosto de 1997.
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